INTUICIÓN DE MADRE
Oscar Santiago Nicola
La penumbra invade el ambiente. Enciendo la vela situada en el porta velas. La pequeña llama comienza a irradiar su fulgor en la medida que aumenta su volumen. Su luz desvanece a los seres amorfos que de continuo acechan la paz que deseo.
El rito cotidiano me lleva a divagar mentalmente por los caminos de la mocedad. Soy prisionero del silencio, de él emergen fantasmas de un amor perdido. Tan lejano, que duele recordar.
Ella aún vive en los rincones de mis sueños, dónde la incandescencia no llega. Su rostro es un navío que no encuentra puerto en mis ojos, cansados de tantos intentos de rescate. La memoria no desea continuar la búsqueda. Siento que el corazón llegó a su límite de soledad y dolor.
Quisiera partir hacia el ayer y regresar besándola. Contemplar el rubor en su semblante y sentirme acariciado por su dulce voz.
Mi madre, al verme ensimismado y taciturno, se acerca apenada. Toma mis manos con ternura y con voz temblorosa ruega: —Hijo, mi ancianidad te necesita. ¡No me abandones!
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